Uf, va dir ell | ||
Uf, dijo él | ||
|
||
"Escapar del laberinto mortal de la prosa perfecta y desértica. Indagar la belleza suicida de un deseo verosímil. Porque quizá haya que seguir la realidad y la cotidianeidad hasta sus últimas y reveladoras consecuencias. Quim Monzó ha comenzado una escarpada tarea. Trabaja con materiales de cada momento y los mezcla con los mejores utillajes de la imaginación." Joaquín Arnáiz, Diario16, Madrid |
"La soledad es la higiene del alma"Si uno tuviera las mismas convicciones teleológicas y la obstinada fe en la didáctica que Bertolt Brecht, escribiría ahora —más de treinta años después— un poema a las generaciones del mañana, pidiéndoles capacidad y sus fuerzas en juego, acaso torpemente, para transformar en otra cosa el mundo que la historia les legó. La salvedad es que nosotros, no los de la guerra y el nazismo, sino los de la postguerra fría y la détente, quedaríamos denunciados por una sombra de conciencia culpable en el papel. Es decir que antes que comprensión estaríamos pidiendo disculpas, o bien nos encerraríamos en un terco silencio para dejar que los hombres nuevos lo interpretaran a su antojo.Porque los hijos de esa década a trasmano que alguien llamó prodigiosa. que va desde mitad de los 60 hasta el 75 más o menos, ecos para quienes el fin de la adolescencia coincidió con los preparativos del Mayo Francés y el afianzamiento de la Revolución Cubana, dan la impresión de ser hoy demasiado escépticos para sus pocos años, y no es una novedad que su escepticismo les pesa. Espanto: ¿qué ha sucedido? ¿No era que la desconfianza, el desapego a las proclamas, son patrimonio de la gente de mediana edad? Y bien, tal vez no. Con un buen caudal de energías quemadas en asambleas, pintadas clandestinas, entierros de muertos célebres o anónimos. huelgas y manifestaciones de solidaridad, los hijos de la década de los proyectos congelados dedican las fuerzas que pudieron ahorrar a diversas formas de la reflexión y el mirar de reojo. No es que descuiden las tareas trascendentes, pero lo cierto es que están muy preocupados por vivir lejos de la altisonancia, defendiéndose de la tristeza que todavía por un buen rato sobrevivirá alrededor.Si leemos lo que escribe esta gente que todavía no pisó los treinta, lo primero que vamos a encontrar es una especie de horror por la épica. Ni siquiera toleran el tipo de épica de los beat, con su mística vitalidad cotidiana, porque es demasiado exaltada y hasta tiene visos de sermón; subvercivo. pero sermón al fin. Y lo que ahora sirve no son prédicas, sino ojos y oídos algo aturdidos pero todavía atentos, que auscultan y se comprometen después a contar. Parece que para esta generación, particularmente en Europa, fuera imposible producir vastos frescos sociales o políticos, densas indagaciones psicológicas. Y no porque la narrativa esté en crisis; al fin y al cabo no están tan lejanos los hombres que escribieron El tambor de hojalata, La peste o Crónicas del alba. Pero sucede que ahora no pesa el largo paisaje de desolación y masacre colectivas que acompaña a la guerra, y sí en cambio toda una serie de sueños derrotados, premoniciones inconfirmadas, ídolos rebeldes asesinados o convertidos en imagen de papel de estrasa. Parece que, con la (dudosa) estabilidad que han alcanzado las democracias parlamentarias de Occidente, fuera hora de dar un paso atrás, evitando predecir debacles inminentes. Hora de narraciones intimistas, de personajes que no están a la búsqueda de identidad porque les basta con tener una idea del origen de su mala uva, que dialogan en voz baja con los objetos y monologan acerca del prójimo —es tan difícil iniciar una conversación—, que están al acecho y se cirven del sarcasmo. Basta con que algunos lectores acompañien la risa de estos personajes, o de la escritura de la cual están hechos; eso significa que aún hay esperanzas.La distancia que existe entre la primera novela de Quim Monzó y el volumen de cuentos que acaba de publicarse es más que ilustrativa al recpecto. L'udol del griso al caire de les clavegueres era una crónica disparatada pero abarcadora de una época en que se mezclaban el comienzo de la vida independiente de su protagonista, con la iconografía del momento: los músicos beat, las revueltas estudiantiles, la cinefilia, el afán de viajar. Entonces, cuando de quien había dado una novela "audaz" y múltiple cabía esperar una segunda obra de aliento, ya consolidada la meditación sobre el lenguaje necesario, nos encontramos con una serie de cuentos que se leen con sospechosa facilidad y que, más sospechoso aún, divierten. Dejando, eso sí, un melancólico malestar.Es posible que alguien, ansioso por ver el panorama de las letras catalanas poblado de obras da gran vuelo que acompañen a la renovada conciencia nacional, reproche a Monzó su insistencia en lo aparentemente trivial (ya había publicado una colección de cuentos hace más de un año, en colaboración con Biel Mesquida: Self-service), en lugar de consagrar el talento a una novela-río o un resumen de los 70. Y bien, qué mas da. Uf, va dir ell no es ese resumen, por cierto, pero es un ejercicio de felicidad. Erotismo hecho escritura, dirían en Tel quel. 0, más simplemente: la reivindicación del placer de contar, partiendo de lo estrictamente cotidiano, del recurrente paisaje de la ciudad y sus fugaces escapes.Para quien está dominado por la obsesión de contar, la materia más insignificante se convierte en argumento. Lo demás depende de la técnica y la imaginación. Y esto es lo que se advierte en Uf, va dir ell. La mayoría de los relatos parten de anécdotas mínimas (salvo quizás el caso de "Història d'un amor", en donde, como lo requeriría la preceptiva, el relato es básicamente acción, un hecho "llamativo" en movimiento), para desplegarse hasta conformar un mundo completo por obra del lenguaje. Así, a pesar de la variedad de temas, todos los cuentos comparten un mismo clima, asentados como están en claros elementos comunes. En primer lugar, el hecho ya apuntado de que el lenguaje supera a la acción, así como el uso constante de metáforas donde, a la vez que lo concreto y asfixiante está representado por objetos, paisajes y sensacionec urbanas, la posibilidad de huídas o reconciliación se plasma en una parafernalia irónicamente exótica (véase "Noia del mehari" y cu contraposición entre gintonics, dunhills, el ascensor, bares de luz metálica, una calle común, por un lado, y los papagayos, palmeras y vientos tropicales que enseñan los senos transparentes de la muchacha. por el otro). En segundo lugar, la constante interferencia de lo absurdo y desconcertante en medio de la realidad más anodina, como un recuerdo de que "hay otros mundos, pero están en éste". En tercer lugar —y esto se relaciona con el estilo enumerativo—, la permanente insistencia en marcas, referencias culturales nada elusivas y nombres más o menos notorios: quizás para dejar sentado que los mismos que hace años masticaban las diatribas de Marcuse contra la sociedad de consumo hoy, sin dejar de odiarla, aceptan la obligación por ahora irremediable de convivir con sus productos (visto que las comunas no nos han dado por ahora escritores de talla). Finalmente, una soledad mirada tras el prisma de un humor nada compasivo. Ya que es notable que éstas sean las historias de personajes que, o están definitivamente solos, o se empeñan en terminar con un desencuentro que amenaza perpetuarse. Evidencias éstas por las cuales no conviene hundirse en la autocompasión, sino atenuarlas atendiendo al llamado de la avidez. que es síntoma de vida ("Sobre la volubilitat de l'esperit humà") o aceptando que la soledad bien puede ser "la higiene del alma" ("Ressenya d'una depressió suïcida).Hay todavía otro lazo común: es el retorno, en relación a L'udol del griso... a una escritura sin fragmentaciones, saltos, juegos balbuceantes. Puede ser que Uf, va dir ell sea un libro de transición, pero no es menos posible que para Monzó ahora se trate, en lugar de destruir la gramática, de acceder a la fluidez capaz de condensar las pocas certezas y la ironía que lo (nos) alimentan. Hace veinte años (y es sintomático que aún podamos suscribirlo), Albert Camus escribió: "lndudablemente, cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no podrá hacerlo. Pero su tarea es quizás mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshaga". De acuerdo. Escribir cuentos que se puedan leer gozosamente no es una de las peores formas de contribuir a esa tarea.Marcelo Cohen, EL VIEJO TOPO, Barcelona:En un pla paral·lel a la realitatLa publicació d'Uf, va dir ell incideix directament sobre un aspecte important de la nostra cultura: la revalorització del conte com a gènere literari i de les tècniques que li són pròpies, les quals, en el cas de Quim Monzó, semblen conreades amb una certa militància. En aquest sentit, els divuit contes que formen l'aplec, en la seva diversitat i desigualtat qualitativa, representen mostres diferents d'utilització i d'actualització d'una sèrie de recursos característics del gènere. Sempre dins la voluntat de renovacíó formal i temàtica, del canvi en concebre la ficció —la realitat autònoma dins la qual el conte es configura—, així com en la significació —la intenció, els propòsits i la relació amb el lector— i la "moralitat" que s'hi enclou. Amb el mot "moralitat" em refereixo al to ideològic, ja que, malgrat la manca palesa de propòsit moral, el llibre fa referència constantment a un univers dotat d'uns valors i d'uns desvalors concrets que transparenten, en major o menor grau, les conviccions de l'autor i, per tant, la seva actitud vital. Potser és l'humor l'aspecte que primer es fa notar a Uf. va dir ell. Monzó recull, amb això, una genuïna tradició del gènere, el qual, per les seves dimensions i per l'estructura interna, ha estat sempre adequat per a la utilització de recursos humorístics, i, molt sovint, hi ha trobat el nucli entorn del qual estructurar-se. L'humor, en Quim Monzó, ofereix diverses variants. Potser la més significativa d'aquest llibre sigui la construcció del conte sobre una idea bàsica, mínima, pero "genial" (normalment imaginativa). Ho trobem, de primer, en aquells contes que desenrotllen I'acció cap a un final coherent del tot amb la idea inicial. L'element d'humor, basat en la sorpresa, apareix ací al començament del conte i no al final. És el cas de "Sobre la decisió d'engegar-ho tot a rodar", de "Sobre el pes específic" o de "Sobre la volubilitat de l'esperit humà". Pero ho trobem, també, en altres contes de factura inversa, basats en la més clàssica sorpresa final, com "En un temps llunyà" i "La creació", muntats sobre la distorsió de mites bíblics entroncant amb un tema ben familiar dins la tradició satírica local, representada, en els seus millors resultats, per Joan Oliver. Un conte de sorpresa final, potser el més destacable í efectiu, és "Underworld", que compta, a més, amb una utilització del llenguatge "passota" (cosa que cal remarcar també de "Splassshhf") per part del protagonista-narrador, la qual cosa reforça notablement l'acció i la comicitat final.Un altre tipus de desenvolupament del que hem anomenat "idea bàsica", potser el que dóna millors resultats, es produeix amb l'acumulació de dades entorn d'aquesta idea primitiva, la qual, per l'ús de la reiteració, acaba creant un clima obsessiu. És el cas de "Sobre la volubilitat de l'esperit humà", on el protagonista, lliurat a ingerir Iletres, arriba a una especialització gastronòmica notable, que només desapareix davant la suggestió d'una altra possibilitat deglutiva: la dels vaixells en miniatura. Ei conte, doncs, queda obert fins on sigui possible d'imaginar objectes habitualment no comestibles, com queda obert "Historia d'un amor" —realment una troballa—, continuable també (com en aquells jocs de grup en que s'inventen histories absurdes) fins on sigui possible d'imaginar destorbs per a una parella d'irrealitzable coit. Cal assenyalar-hi, però, una diferència: mentre l'acumulació, a "Sobre la volubilitat...", tendeix al matís, a l'especíalització del protagonista en la suggestiva tasca, a "Història d'un amor" és accelerativa, organitzada de forma semblant a la d'una pel·lícula còmica de Charlot.El curiós d'aquest tipus de conte —i el que produeix, en gran part, l'efecte humorístic— és la presentació versemblant, amb convicció contagiosa, que hi fa el narrador (vegeu només el tipus d'enllac entre les consideracions generals i la història propiament dita) d'uns fets que, en un pla de realitat tangible, serien inacceptables. Encara més: és significatiu el fet que les possibles situacions d'inversemblança no interessen ni poc ni molt (a ningú no se li acut de preguntar si el senyor que menja lletres no s'indigesta) tot i referir-se, com es refereixen, a la realitat concreta del món en que ens movem habitualment (l'esmentat senyor adquireix tots els tics i manies del perfecte gourmet). La creació d'aquest univers peculiar, entre el real i el fantàstic, ja l'havíem constatada als contes publicats a Self-Service, encara que, a la majoria de casos, el producte ofert a Uf, va dir ell és força més depurat i matisat i amb un predomini de la fantasia (de l'acció lliure dels personatges i d'elements no reals) sobre la realitat (la subjecció estricta al model del món en que vivim). Com ja ho era Self-Service respecte a L'udol del griso al caire de les clavegueres. Vull remarcar, amb això, dues coses: la representativitat de l'autor pel que fa a l'evolució literària favorable, vulgarment dita adquisició d'"ofici", d'una banda, i, de l'altra, la tria d'una de les dues possibílitats creatives que apuntava L'udol... A saber: a) la transcripcio de la realitat (testimonial, tipificada, etc.) i b) la manipulació/desmitificació/transformació/deformació/etc. d'aquesta mateixa realitat. Quan es decanta per la segona, a Uf, va dir ell, em sembla que tots plegats hi sortim guanyant.Dins aquesta superposició de nivells, ens movem, doncs, i malgrat tot, en un tipus de convenció que pren la realitat com a referència bàsica, i no la fantasia, com seria propi, per exemple, de la ciencia-ficció, ni tampoc l'absurd, ja que els esdeveniments responen a una lògica interna incontestable. Ens trobem, per tant, en un món paral·lel a la realitat, però no idèntic.Així, sense prescindir de les tècniques esmentades ni, en molts casos, de l'humor, el llibre aplega un altre tipus de contes que "presenten" o "descriuen" (l'autor s'estalvia sempre la denúncia directa) un món en decadència, on personatges submergits en l'anonimat, en la buidor i en el tedi malviuen existències subterrànies en ciutats sorolloses, pol·lucionades i massificades. El personatge de "Fum", que observa la gent pel balcó, és prou significatiu. Caldria distingir, però, d'entre aquests contes, els que es limiten a la descripció i els que suggereixen alguna mena d'alternativa a la vida quotidiana. Entre els primers: "Biografia", amb un protagonista que és la vera apologia de la grisor —i essent-ho contradiu els designis de la naturalesa, del destí i del fat—; "Sobre la futilitat dels desigs humans", conte gairebé moral entorn de la insatisfacció; "Sobre la no compareixença a les cites", on tot l'absurd de I'existència es concentra en l'home que, cansat d'esperar i de vagarejar, s'asseu davant un aparell de televisió de circuit tancat, a contemplar com s'hi reprodueix, fidel i exacta, la seva pròpia imatge. D'altres apunten alguna mena de sortida, sigui, com a "Confidència", per la via del contrast amb la visió que oferia "Biografia", sigui perquè, dins el món de grisor i tedi, s'hi enclouen elements que, en una lectura parcial, podrien interpretar-se com a alliberadors: la fantasia (acceptada a "Noia del mehari", inconscient a "Uf, va dir ell"), l'esperança ("Tot de prats als ulls") o, fins i tot, el suïcidi ("Ressenya d'una depressió suïcida.)En resum: un llibre a destacar. Per la importància del llenguatge, pel domini de la puntuació (el relleu, per exemple, del parèntesi pel que fa a la significació) i dels recursos estilístics (amplificació, enumeració, etc.) i, també, per l'esforç per a renovar la imatgeria, elements, tots aquests, que Monzó havia iniciat, de forma més vacil·lant, a la seva obra anterior; per l'interès de l'autor per la narrativa com a tal, objecte i fi en ella mateixa; per la possibilitat del públic (jove o no tant) d'enfrontar-se amb un llibre interessant i, el que és més insòlit, divertit; i, finalment, per la sensació —reconfortant— que existeix una narrativa jove.Maria Campillo, SERRA D'OR, Barcelona
|